Yo antes era hipocondríaca, de la familia de Woody Allen y Chumy Chumez, y eso de que la muerte te pise los talones produce mucha ansiedad.
A consecuencia de aquello tengo mil historias que me han ocurrido y que a los ojos del resto pueden resultar curiosas, pero para mí en ,esos momentos , significaban la mayor de las angustias.
Os voy a contar una de ellas, la que me pasó cuando creí que mi vida se terminaba precipitadamente por culpa de un paro cardiaco y que mucha gente piensa que sí fue mi final.
Ocurrió el primer año de universidad, cuando estudiaba aquella otra carrera de la que apenas abandoné la salida y no la otra en la que sí alcancé la meta. Vivía en la otra ciudad y no en la que viví mucho tiempo después. Pero todo tiene su parte buena y a mi esa historia de ansiedad y enfermedades imaginarias, me llevó a conocer a la mayoría de mis amigas y amigos de ahora, aunque en este momento anden un poco dispersos por la geografía mundial.
Era casi verano y se acercaba el fin de curso. Al día siguiente tenía examen final y me pasé la noche estudiando. El examen era por la tarde, en el Aula Magna de la facultad, y teníamos que sentarnos por orden alfabético.
El aula era enorme y tenía las mesas y los asientos colocados en grada con una escalera estrecha por el medio para subir a los pupitres. A mí me tocó de la mitad para arriba y cerca de mi compañera de clase con la que compartí aquel año.
Empezó el examen y nos pusimos a escribir.
La asignatura era común para dos titulaciones y estábamos todos, turno de mañana y de tarde, y como no era de las más difíciles el aula estaba a reventar.
Pasaban los minutos y seguía escribiendo y contestando a todas la preguntas, pero llegado un momento, de repente, empecé a sentir un dolor intenso en el brazo izquierdo. Las alarmas se activaron en mi cabeza y mi imaginación de hipocondriaca empezó a buscar en su base de datos de enfermedades lo que me podía estar ocurriendo. Intenté aguantar el dolor un poco más pero finalmente liberé mi angustia
INFARTOOOOOOOOOOOOOO
Cabezas a mí alrededor se centraron en mi pupitre.
INFARTOOOOOOOOOOOOOO, grité más alto.
Ya todo el mundo dejó de escribir y se fijaron sólo en mí. Los profesores empezaron a subir las escaleras en mi auxilio. Uno de ellos salió para ir a conserjería y llamar a una ambulancia (los móviles eran un artículo de lujo de aquella). Yo continuaba con mi angustia y mi infarto seguía su proceso.
Empecé a oír un murmullo en la clase, y si levantaba un poco la cabeza, por el rabillo del ojo, podía ver como el resto miraba cada uno por lo suyo y se habían puesto a copiar como locos abandonado, así, a su compañera moribunda.
De repente, el profesor que había salido a llamar a la ambulancia volvió con algo en la mano. Era una bolsa de plástico.
“me niego a tener que utilizar esa bolsa, Sigo teniendo (no mucha) vergüenza”
- Me han dicho en urgencias que soplases dentro de la bolsa.
“eso lo harás tu!, que yo no quiero hacer el ridículo”
Defendí lo que quedaba de mi dignidad y por aquello no pasé. No podía parecer una loca soplando en una bolsa delante de todos mis compañeros.
Llegaron dos hombres con el uniforme de la ambulancia y una especie de taburete en las manos y me sacaron de allí. Mientras me bajaban a la silla de la reina, puse mis rizos sobre la cara y me escondí tras de ellos (no se con que fin porque no creo que hubiese persona en el aula que no se enterase de lo que ocurría).
En la ambulancia, uno de los “silleros” me preguntó de donde era, me empezó a hablar del mar, y me recomendó que la próxima vez me sentase un poco más abajo (“¿próxima vez? Si de esta no salgo”), y me dijo que sí quería ponían la sirena (“hombre por supuesto que tengo que llegar al hospital cuanto antes!”).
Una vez en el hospital me hicieron un electro, me dieron una pastilla y me pusieron una mascarilla para igualar los niveles de oxigeno y CO2…era una crisis de ansiedad y no un infarto de miocardio. Al poco tiempo estaba perfecta y me fui antes de que me diesen el alta.
Unos meses después llegó a casa de mis padres una factura de 30.000 pesetas porque no había presentado la tarjeta sanitaria. Cuando vi el remite, lo primero que se me pasó por la cabeza era que, sintiéndolo mucho, les comunicaban la desaparición de su hija , pero resulta que era el coste de los que supuso cargar conmigo, trasladarme al hospital (que está a 100 metros) y supongo, que un plus por sirena.
Tiempo después y ya en la otra ciudad, me encontré con un compañero de Orense que sigue en la facultad dando clase. Se abalanzó sobre mí para abrazarme y me contó que allí donde empecé los estudios, siempre que llega un nuevo curso, se cuenta la historia de la alumna infartada, la alumna que murió en el aula magna.
Decir que mi compañera sacó matrícula de honor en aquella asignatura y yo aprobé.
Es una de las mejores historias que he escuchado en mi vida .... a pesar de ser un episodio "dramático"...jjajajaja. Definitivamente, deberías pasarle el guión a Woody . (Adel)
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