Una mañana la niebla hizo acto de
presencia. Parecía que la tierra sudaba. Únicamente se veían nubes que salían
del suelo.
El sol se ocultó y sólo se podía
ver a dos metros de distancia.
En un primer momento la gente no
se preocupó y continuaban haciendo las mismas cosas de su vida cotidiana. La
niebla no se disipó en todo el día, y antes de que llegase el amanecer ya era de nuevo noche.
Al día siguiente todo continuaba
igual. Un manto cubría el paisaje y no
se podía ver el sol.
En el carácter de la gente se
podía adivinar que la situación ya no era de su agrado.
Y pasó el día y llegó la noche
sin que apenas nos diésemos cuenta.
Sonó de nuevo el despertador pero
el sol se ocultaba bajo la niebla. Otro día más.
Los primeros efectos en los
animales se hacían notar. Vagaban de un lado a otro, ladrando sin parar los
perros, maullando los gatos.
A los humanos también la niebla
nos cambió el carácter. Nos volvimos desconfiados, tristes, grises y después de
unos días con la niebla a nuestro alrededor empezamos a ladrar.
Niebla, eso es lo que quiero yo aquí, pero cuando vaya, un bañito en Valdoviño...
ResponderEliminarPor supuesto!!! con cena en el Saiña y luego a la piscina
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