Perdidos entre las montañas, ahí vivían mis bisabuelos. En las fotos “robadas” de internet, puedo ver la casa.
Cuando éramos pequeñas, mi hermana y yo, siempre llagábamos mareadas de bajar con el coche por los estrechos carreros entre viñedos, dando una y otra vuelta. Sobre las piedras de las escaleras del santuario, jugábamos muchas veces y en dos pasos estábamos en casa.
As Ermidas.
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