martes, 3 de julio de 2012

Zumba2


No puedo entender como en los anuncios de métodos o aparatos para hacer ejercicio o adelgazar pueden encontrar a tanta gente dispuesta a poner esa cara de felicidad mientras están en una sala sudando, rodeados de gente que no paran de gotear y muchas veces bajo la presión de un sargento. Un vigoréxico supervitaminado, que no  deja que te relajes un segundo.
Supongo que deben de pagar bien, porque las caras que veo a la gente que hace spinning en el gimnasio en nada se parece a los “Zumba-dos” de la teletienda.



 
Definitivamente no me gusta nada la gimnasia dirigida. Lo de tener a alguien encima que no pare de reñirte porque tus brazos no pueden hacer más flexiones no lo soporto. Lo único que consiguen es que se me pase una retahíla de dedicatorias, no muy bonitas, por mi cabeza. Aunque reconozco que es el método más eficaz que existe porque ponerse uno solo en casa requiere de mucha fuerza de voluntad. 

La respiración se acelera, la cara se te pone roja como un tomate, te cae el sudor por todos los lados de tu cuerpo.....que no, que a los del “Zumba” les tienen que dar algo para estar tan felices.


 
Yo odiaba la clase de gimnasia en el colegio, salvo cuando había prueba de flexibilidad o cuando llegaba el “momento Chisco” y salía cargado con 20 balones en sus manos (quien no lo vio en directo no se lo puede imaginar) y empezaba a lanzarlos por todo el patio para jugar libremente.


 


Pero tenía mi salvoconducto. Un certificado del traumatólogo que me “dejaba” decidir cuándo hacer gimnasia. Si me dolía la cadera no debía esforzarme, así que como eso sólo lo sabía yo… mentirijillas piadosas.
 

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